1.-

DESPUES DE LA PANDEMIA

Era el mes de Enero del 2020. Estábamos dando inicio a ese año carismático que todos esperábamos con ansias. Entrando apenas al cierre de la segunda década del tercer milenio. Las listas de propósitos parecían no tener límite, compromisos por cerrarse, bodas planeadas, negocios por iniciar, en fin, la esperanza del futuro se manifestaba en ese año que iba comenzando.

Desafortunadamente la desilusión no tardó en llegar. Entrábamos apenas al segundo mes cuando circulaban los rumores de una pandemia originaria de China, haciendo su entrada en algunos países Europeos.

Quienes no habíamos experimentado antes el dolor que una pandemia de esta magnitud puede ocasionar, no teníamos idea de lo que se aproximaba.

Fue en el tercer mes cuando algunos de nosotros empezamos a tomarla en serio. Otros todavía incrédulos imaginando que se trataba de una estrategia política. Pero el pánico empezó a surgir, los alimentos y artículos de limpieza  entre otros, empezaron a escasear, las ciudades se paralizaban, el desempleo crecía a pasos agigantados, la gente luchaba diariamente por sus vidas y los hospitales se empezaron a abarrotar. Y a medida que los casos de contagio aumentaban, también el riesgo y el temor se desorbitaban.

Entrando al último trimestre del año seguíamos en espera del fin de esta pandemia que nos había traído tantas pérdidas materiales y humanas, que nos estaba dejado soledad, aislamiento, agotamiento, temor, inseguridad y sobre todo un cúmulo de dolor.

Pero, ¿qué viene después de esto? Viene el análisis del aprendizaje.

Aprendimos que debemos prevenir. Que debemos estar preparados para cualquier catástrofe. Que en la medida de nuestras posibilidades tenemos que almacenar alimentos básicos y artículos de primera necesidad. Despertamos para reprochar el abuso a nuestras playas, a nuestra fauna marina, a nuestros recursos naturales. Entendimos que ocasionalmente está bien faltar a una reunión social de negocios para convivir con nuestras familias. Experimentamos la convivencia familiar al aire libre, los jóvenes comprendieron que está bien de vez en cuando convivir con los hermanos menores y que la convivencia entre familia crea los pilares de una sociedad mejor.

Aprendimos que no debemos escatimar abrazos o muestras de afecto hacia la gente que queremos. Nos dimos cuenta de que existen héroes exponiendo diariamente sus vidas con sus trabajos y que nunca nos cansaremos de agradecerles y reconocer su valentía. Pero tal vez el más grande aprendizaje fue que vivimos en un mundo muy difícil lleno de maldad, pero que la bondad está por encima de todo. Porque aprendimos a unirnos y nos dimos cuenta que los momentos difíciles sacan lo bueno del ser humano y cuando empezamos a experimentar el hambre y la necesidad, surgió la ayuda hasta por debajo de la tierra. Surgieron las donaciones desbordadas de quienes tenían y hasta de quienes no tenían, todos tratando a la vez de apoyarnos mutuamente con palabras y actos de consuelo. Porque todos estamos en la misma lucha y estamos muy cerca del proceso de reconstrucción y si tenemos que empezar de nuevo, empezaremos, porque todos sabemos que siempre existe un mañana y si aprendemos de nuestras experiencias pasadas, el mañana siempre será mejor.  

Artículo no ficción por Alma Lazar, autora del libro
CUANDO LA LUZ SE APAGA

2.-

Son las 9:30 de la mañana, a esta hora todavía el centro comercial no se congestiona. En este agradable domingo soleado, mi esposo y yo decidimos que queríamos crepas para el desayuno y nos dirigimos al pequeño kiosco de crepas. Al ordenar, me llamó la atención la chica dentro del kiosco tomando la orden. Por su acento tan marcado, deduzco que es rusa, no porta un gafete con su nombre pero yo decido llamarla Ludmila. Mide aproximadamente 1.65 mts. Por su piel tan blanca me pregunto si es vegetariana. Su cabello trenzado simulando una diadema en la parte posterior de su cabeza, le da una apariencia limpia, perfecta para su trabajo. Su mandil pequeño de la cintura para abajo, resalta lo atractivo de su cuerpo. Su ajuar se compone de pantalones de mezclilla ajustados y una playera negra con el logo del café para el cual trabaja y sus tenis de color blanco se ven tan cómodos que da la impresión que camina sobre nubes. Se ve una chica inteligente, probablemente una de las estudiantes de la universidad que trabaja en el kiosco durante los fines de semana y quizá también en los turnos nocturnos.

      Ludmila no usa maquillaje. No está ahí para impresionar a nadie y lo cierto es que no necesita causar una buena impresión con su apariencia física, es su sonrisa cálida y su personalidad genuina lo que la distingue.

      Mientras esperamos a que salgan las crepas, mi esposo y yo decidimos sentarnos en las sillas que rodean las mesas con sombrillas afuera del kiosco. Hoy es un agradable día, probablemente la primera mañana cálida de este invierno.

     Ludmila mientras trabaja no puede sentir los rayos del sol que bañan nuestros rostros. Ella se encuentra dentro del kiosco pero se ve cómoda en su pequeño mundo, la temperatura ahí dentro parece ser perfecta.

     Mientras observo a la gente que tranquilamente pasea con sus mascotas, volteo a ver a Ludmila esperando que nos haga la señal de que la orden está lista. Ella está enfocada en su trabajo y mostrando su pasión por él. Al mismo tiempo que toma las órdenes prepara los cafés, dirigiendo constantemente su mirada a la computadora en la pared para cerciorarse de no cometer errores en las órdenes. Salta a la vista lo cuidadosa que es al medir las cantidades de café o de té y como les agrega su toque personal agregándoles un bonito diseño con crema, a la mayoría.

     Mi chai latte está exquisito y además agradable a la vista con el pequeño corazón que Ludmila les agrega al final en la espuma. El espresso de mi esposo es muy pequeño para llevar un  diseño. De cualquier manera él lo disfruta tanto como yo mi té. A pesar de que las crepas son de origen francés, parece ser una costumbre común que la gente acompañe con salsa picante a las crepas saladas. Tal como yo observé, Ludmila no solo es apasionada de su trabajo sino también profesional y en el momento que mi esposo le pidió un sobre con salsa Cholula y un par de servilletas extras, con una sonrisa, ella le mostró que ya las traía en su mano.

Artículo no ficción por Alma Lazar, autora del libro
CUANDO LA LUZ SE APAGA

3.-

LOS GRANDES ERRORES DE LA HUMANIDAD     

Llevo 17 días recluida en este sótano deprimente. Siento la urgencia de salir pero nadie en sus cabales se expondría a los peligros de esta guerra. Más que otra cosa debería sentirme afortunada por tener un lugar donde resguardarme. ¡Si tan solo hubiera tenido la oportunidad de prepararme para esta situación! Pero estoy aquí tratando de calmar mi sed con pequeños sorbos de agua, con la esperanza de que el agua no se acabe. Muy pronto se terminarán mis víveres, tampoco tendré agua. Mi cerebro trata de evitar el dolor de pensar. Me niego a pensar cuánto tiempo más tendré que vivir así.

Han transcurrido 21 días ya. Estoy enterrada en basura. Ya no tengo toallas de papel ni servilletas, solo me quedan dos rollos de papel de baño y uno cuantos kleenex. Mi alergia me está volviendo loca, mi nariz tiene una gran actividad. Le ordeno a mi cerebro no producir secreción nasal, mi cerebro no me obedece. Estoy tratando de no usar papel sanitario, pero ¿para qué querría usarlo? Con trabajos como cualquier cosa. Mi fortaleza se está desvaneciendo, estoy perdiendo mi fe y mi esperanza, también estoy perdiendo peso, ya bajé por lo menos ocho kilos.

Día 25. Ya no tengo jabón, tampoco shampoo, todo lo que tengo es un cerro de ropa sucia y un cabello grasoso que huele mal. No soporto oler mal, daría lo que fuera por experimentar la frescura de unas sábanas limpias tocando mi cuerpo limpio, por la delicada fragancia de mi shampoo y por ver mi cabello reflejando su brillo bajo el sol. Pero ahora tengo mayores preocupaciones. Ya no tengo agua potable y con dificultad logro extraer un pequeño chorro del agua de la llave, sé que muy pronto dejará de salir agua. Una tormenta de temor me invade. ¿Qué sucederá cuando se acabe el agua? Estoy comiendo una sardina y dos almendras por día. Trato de ser fuerte. Trato de sobrevivir.

Escucho ruidos afuera y mi corazón late desorbitadamente, me cubro la cabeza con la almohada pero eso no me ayuda. No puedo negar lo que estoy escuchando. Son ruidos de guerra y mi mente se transfiere a las verdaderas víctimas aquí, a los héroes que luchan fuera de mi sótano. A aquellos que exponen su vida para salvar a nuestro país. No puedo siquiera imaginar los que han perdido su vista o algún miembro de su cuerpo a consecuencia de una explosión de granada. Pienso en las mujeres que despiden a sus maridos, o los hombres que despiden a sus esposas con un beso sin saber si los volverán a ver, o en los niños que despiden a sus padres sin tener la certeza de que los volverán a abrazar algún día. Ahora me doy cuenta del verdadero sufrimiento y me siento culpable, ¿cómo pude ser tan egoísta en pensar en mi sufrimiento? ¿Cómo pude atreverme a sufrir? Me siento egoísta. Enfermizamente egoísta.

Día 29. Sólo me queda una sardina. Las almendras se terminaron. Trato de tomar agua, la misma agua de la llave que al principio me revolvía el estómago con su sabor, la misma agua que muy pronto empecé a valorar como mi más grande tesoro. Me invadió el pánico al abrir la llave y darme cuenta que ya no corría agua. Creo que este el final. He estado alucinando durante los últimos tres días. Ya no puedo distinguir entre lo que es real y lo que no lo es.

Día 30. Me levanto sintiendo que muero de sed. Me dirijo a la cocina y me sirvo un inmenso vaso con agua del garrafón. Me embriago con el exquisito sabor de un vaso de agua pura, alcalina, cristalina corriendo por mi garganta, tocando sutilmente las paredes de mi boca, siento cada gota. Me siento en el cielo. Observando dentro de mi cocina, detecto un frutero con naranjas, manzanas, kiwis, duraznos. Tomo un durazno y empiezo a devorarlo; siento su jugo corriendo sobre mis mejillas y mi cuello y estallo en lágrimas, mis lágrimas se funden en mis mejillas con el jugo del durazno. Me asomo por la ventana y veo los  árboles fuera de mi casa, veo mis plantas y mis flores en el patio. Histérica comienzo a llorar. Sé que estoy histérica pero no estoy alucinando, me pellizco y me siento viva. Es entonces cuando pienso. ¿Estuve alucinando? ¿Estoy muerta? ¿Ha sido todo esto una pesadilla? Pero sé que estuve ahí en medio de una guerra, atrapada en uno de LOS GRANDES ERRORES DE LA HUMANIDAD.

Artículo ficción por Alma Lazar, autora del libro
CUANDO LA LUZ SE APAGA

4.-

CONSULADO GENERAL DE MEXICO EN SAN DIEGO

En el corazón de San Diego, teniendo como vecinos a la comunidad Italiana, se localiza un edificio donde la suave brisa procedente del oeste, cada mañana gentilmente se acerca haciendo ondear la bandera mexicana que orgullosa luce sus colores verde, blanco y rojo con un águila al centro devorando una serpiente y haciendo un dramático contraste con los dorados rayos del sol. Como complemento a la belleza de la bandera, un letrero en bronce en la parte superior de la pared con la leyenda “CONSULADO GENERAL DE MEXICO EN SAN DIEGO.”

     Dentro de este solemne lugar, las agendas extremadamente ocupadas de sus funcionarios, llevan a cabo las actividades cotidianas propias de un sitio de tal envergadura. Y la responsabilidad global recae no solo en el personal que integra dicha dependencia del Gobierno Federal Mexicano y cuyas piezas se fueron moviendo con delicada maestría hasta lograr conformar un perfecto equipo de trabajo, sino en la cabeza de este equipo, el motor de inteligencia que gracias a su esfuerzo y el de todo su personal logran su cometido diario.

Y como vivimos en un mundo de cambios, también aquí se dan los cambios y por razones para quienes estamos fuera, difíciles de comprender, se mueven las cabezas, buscando siempre la manera más eficiente de cubrir plazas importantes en el extranjero. Es así como en el año 2019 despedimos a la Cónsul General y Embajadora de México en San Diego, Marcela Celorio Mancera a quienes ya esperaban en el Consulado de Los Angeles, para nosotros dar la bienvenida al nuevo Cónsul General Carlos González Gutiérrez. Un hombre de espíritu sencillo con una excelente preparación y una brillante carrera diplomática. Con la mente saturada de ideas y proyectos, el nuevo Cónsul se sentía ansioso por dar inicio al cumplimiento de sus responsabilidades.

Para complementar el apoyo y servicio a los mexicanos en San Diego, el Cónsul General, se encuentra rodeado de un extraordinario equipo de trabajo, cada uno de ellos poniendo su grano de arena para satisfacer las demandas de todos los que tenemos el orgullo de ser mexicanos. Para quienes no están plenamente familiarizados con las actividades consulares, se tiene la tendencia a pensar que el papel del Consulado es básicamente otorgar pasaportes y visas, sin embargo, la lista de actividades es extensa en cuanto a servicios, protección, reconocimiento y apoyo a los ciudadanos mexicanos. Siendo la expedición de pasaportes y visas la de mayor movimiento, es solo una de las tantas que integran la lista de beneficios como son servicios de doble nacionalidad, notaría pública, traslados de restos humanos a México, menaje de casa, servicios de salud, asuntos culturales, asesoría a extranjeros con planes de invertir en México y muchos otros que a los mexicanos nos hacen sentirnos protegidos radicando o visitando un país extranjero.
     Cada mañana en punto de las siete, el Consulado abre sus puertas a cientos de visitantes que por razones diversas y personales se presentan en este pedazo de tierra mexicana en Estados Unidos;  y es aquí donde se proporciona servicio a todos aquellos que con un corazón soñador, esperan obtener sus pasaportes para poder viajar y descubrir nuevos horizontes en el extranjero, o para regularizar su documentación y ponerse al corriente con asuntos legales o por una cantidad interminable de distintos motivos. Lo cierto es que una vez iniciada la jornada de labores, cada ventanilla del Consulado proporciona ininterrumpidamente el servicio requerido de acuerdo a cada caso.
     La expedición de documentos concluye a las seis de la tarde, sin embargo los funcionarios y empleados continúan trabajando, porque lo hacen las 24 horas del día los 7 días de la semana. Así al final de cada jornada laboral, el equipo de trabajo que conforma esta significativa oficina del Gobierno Federal Mexicano, se retira satisfecho para concluir un día más de labores y una importante cadena de logros, beneficiando a cientos de visitantes que en un día cualquiera visitan el Consulado General de México en San Diego.

Artículo no ficción por Alma Lazar, autora del libro
CUANDO LA LUZ SE APAGA